Yamile David
La tecnología va ganando terreno a pasos agigantados. El ejemplo más claro y cotidiano son los teléfonos celulares y las herramientas que proporcionan para bien y para mal.
Vemos teléfonos con 3 cámaras que toman unas fotografías impresionantes; retratos, paisajes, tomas nocturnas y una gran cantidad de filtros que mejoran lo que el lente capta sean objetos, lugares o personas.
A esto podemos añadir los filtros que ofrecen las diferentes redes sociales como Instagram y Tic Toc. Nos hemos vuelto usuarios adeptos (algunos adictos) a utilizar diferentes filtros que mejoran el rostro y en algunos casos lo cambian completamente. Y como ejercicio de ocio está genial, lo complicado es cuando las personas quieren verse en la vida real como en la foto y eso, es IMPOSIBLE.
Cuando Instagram surgió y comenzó su auge, los cirujanos plásticos reportaron un aumento significativo en sus servicios. Declaran que las personas mostraban las fotografías de las redes sociales pidiendo verse iguales en simetría, tono y textura de piel. Desafortunadamente esto ha ido ocasionando mayor inconformidad con el físico, inseguridades, depresión (sobre todo en adolescentes) y un aumento en casos de disformia corporal, denominado “dismorfia del selfi”.
Descrito por primera vez a finales del siglo XIX, el TDC es una percepción distorsionada de la imagen que se tiene de uno mismo, y quienes lo padecen ven o creen ver defectos en su físico que les hace desarrollar comportamientos obsesivo-compulsivos. Afecta en torno al 2 por ciento de la población, como señalaron los investigadores de Boston Medical Center (BMC) en su trabajo ‘Selfies_Living in the Era of Filtered Photographs’.
Las estadísticas son inquietantes:
- El 32 por ciento de las chicas adolescentes dijo que “cuando se sentían mal con sus cuerpos, Instagram les hizo sentirse peor”, ” o que “Empeoramos los problemas de imagen corporal para una de cada tres adolescentes”.
- Las mujeres de entre 16 y 25 años pasan hasta cinco horas a la semana tomando selfis, retocándolas y compartiéndolasen redes sociales, algo que comporta un alto riesgo para la autoestima y la autopercepción. También se indica que las personas que necesitan elevar su autoestima suben selfis con más frecuencia. Ese choque con la realidad (verse en el espejo y compararse con las selfis retocadas) agrava los trastornos de dismorfia.
Si bien impacta más en mujeres, los hombres también son parte de las estadísticas.
- 10 por ciento de la gente que realiza pesas o está dedicada al fisicoculturismo puede padecer dismorfia muscular, estiman algunos estudios. Destaca que uno de los problemas relacionados con este trastorno es la baja autoestima. De hecho, muchos de los hombres que lo presentan buscan tener masa muscular porque dicen sentirse pequeños o débiles.
- Asimismo, este es un trastorno que suele presentarse entre los 15 a 37 años de edad, aunque se han reportado casos de varones de 60 años que lo padecen. Los hombres que lo padecen desarrollan aislamiento y se sabe que en algunos casos después de una ruptura amorosa es que empiezan a realizar ejercicio compulsivamente. *FUENTE UNAM
Aprender a aceptarse es vital, y las redes sociales en este sentido solo traen insatisfacción. Caemos nuevamente en un tema de SALUD MENTAL, en donde debemos incidir en niños, adolescentes y adultos. Reforzar más los valores y la autoestima. Reiterar que el valor de una persona -incluso su atractivo- va más allá de una cara o un bonito cuerpo, es UN TODO; la inteligencia, personalidad, valores, empatía y muchas otras cualidades que, lamentablemente, una foto no refleja.
Aceptémonos como somos, mejoremos lo que nos incomoda dejando a un lado la búsqueda de la perfección (por cierto, inalcanzable). Si seguimos con tanto filtro, en unos años no sabremos con exactitud cómo nos veíamos realmente, qué lamentable.
Al final del día, la belleza está en los ojos de quien la mira. Seamos más honestos con el mundo y con nosotros mismos. Seamos más reales.