¡Fin de semana largo! que disfrutamos los mexicanos, resultado de una acertada decisión del Ejecutivo Federa en 2006, cuando envió el Decreto que establece el calendario oficial con la reforma al artículo 74 de la Ley laboral para modificar las fechas de descanso obligatorias: 5 de febrero, 21 de marzo y 20 de noviembre.
Haré mención de tres acontecimientos que se conmemoran en esta fecha:
1. El natalicio de Benito Juárez, personaje polémico de nuestra historia que durante décadas de oficialismo se nos presentó como el héroe justo, recto e inteligente. Este hombre zapoteca que llegó a ser Presidente, tiene aciertos como la separación de Iglesia-Estado, y errores, como el Tratado McLane-Ocampo. No murió pobre como dice la historia y la corrupción prosperó durante su gobierno. ¿Será? El análisis completo de sus defectos y virtudes ayudará a comprender mejor su vida política y a situarlo en el lugar justo que le corresponde.
2. El equinoccio de primavera que se produce entre el 20 y 21 de marzo cuando tiene lugar la intersección entre el ecuador y la eclíptica, que corresponde al paso aparente del Sol del hemisferio austral al boreal. México cuenta con cinco zonas arqueológicas para vivir el equinoccio, ubicadas en Yucatán, Veracruz, Estado de México y Ciudad de México, antiguas capitales son la sede en las que, año con año, ocurren sorprendentes eventos arqueo-astronómicos. La primavera es la estación de la alegría, calor y sol, que extrañamos el presente año.
3. El menos celebrado pero, para mí, vital y urgente, es el Día Internacional de la Discriminación Racial. En 1966, Naciones Unidas proclamó esta fecha para declarar la lucha «contra el racismo en cualquier momento» como lo ocurrido en 1960, cuando la policía abrió fuego y mató a 69 personas en una manifestación pacífica contra las leyes del apartheid en Sudáfrica.
“La discriminación racial y étnica es un fenómeno cotidiano que impide el progreso de millones de personas en todo el mundo. El racismo y la intolerancia pueden adoptar diversas formas: desde la negación de los principios básicos de igualdad de las personas hasta la instigación del odio étnico que puede llevar al genocidio, todo lo cual puede destruir vidas y fraccionar comunidades”.
La Encuesta Nacional sobre Discriminación (Conapred-UNAM 2010) indica que la discriminación racial en México está asociada con discriminación en contra de personas indígenas y con personas cuyas rasgos son relacionados con otras razas u orígenes étnicos. México se considera una nación pluricultural y cuenta entre su población a siete millones de indígenas y 450 mil afromexicanos. Cuatro de cada diez mexicanos reconoce trato diferenciado por el tono de piel; el 64.6% de los mexicanos se consideran a sí mismas morenos; 23.3% no aceptarían en su casa a persona de otra raza; el 16.5% piensa que los indígenas son pobres porque no trabajan lo suficiente; a uno de cada cinco de los entrevistados se le ha negado trabajo por el simple hecho de ser indígena.
La discriminación es un tema de exclusión que restringe los derechos humanos de las personas, las comunidades y los pueblos, que va contra el principio de igualdad y del respeto humano. Más allá de lo que se piensa, la sociedad mexicana es muy discriminatoria por diversos motivos, ya sea de raza, etnia, por apariencia física, pertenencia o no a un grupo social o económico. Son muchas las acciones o palabras discriminatorias arraigadas en nuestra cultura, como ‘indio’, ‘prieto’, ‘es de otro código postal’, ‘es de clase bien’, etcétera. Frases lapidarias y reprobables que tienen que eliminarse de nuestro lenguaje y espíritu porque fomentan el odio, nutren la enemistad y la intolerancia hacia los diferentes.
Coincidencia o no, el 21 de marzo cae en la Semana Santa, por lo que invito a mis lectores a hacer una profunda reflexión sobre la discriminación en esta ‘Maldita Primavera’, como canta Yuri.
(*) Política, conferenciante y humanista comprometida con la construcción de una sociedad más justa y equitativa.