Enrique Álvarez
Antes del inicio de la Copa del Mundo, escribí una columna en este mismo espacio acerca de la importancia del tiempo. Hoy, la final nos vuelve a demostrar que, en el futbol, hay que esperar para juzgar.
Comenzó la final y el árbitro marcó un penal a favor de Argentina. A ojos de la gran mayoría, un penal inexistente. Los más mesurados dijimos “error arbitral”. Muchos dijeron “partido arreglado”. Cerca del final del juego, otro penal. Ahora a favor de los galos. Desde mi visión, otro penal mal marcado. El partido se fue hasta los penales. Francia y Argentina empataron hasta en errores arbitrales. Su juzgó muy rápido eso de “partido arreglado”. El árbitro se equivocó en favor de ambos equipos.
Se jugaba el minuto 80 del encuentro. Argentina ganaba por dos goles y todos daban por hecho que los ches serían los campeones, pero Mbappé apareció e hizo en dos minutos lo que no había hecho durante el resto del partido. De nuevo, el tiempo levantó la mano.
Segundo tiempo extra y Argentina de nuevo se adelanta. “Ahora sí es el bueno”, pensaron muchos. Pero aún había tiempo, y Mbappé nos lo recordó.
Los argentinos hace 36 años decían que era imposible que volviera a surgir un jugador como Diego Armando Maradona. El tiempo se encargó de silenciar a los argentinos con otro argentino.
Al inicio de la Copa del Mundo parecía que los argentinos tendrían un mundial para el olvido y solo el tiempo nos permitió verlos levantar la Copa FIFA.
Ahora hay que pedirle al tiempo que se apresure porque ya queremos que sea 2026. México será líder mundial. No lo estoy pronosticando; lo estoy afirmando. Seremos líderes del mundo, por lo menos en ediciones mundialistas organizadas.