Muchas veces he oído al presidente decir frases amorosas: “Amor con amor se paga, hay que amar a prójimo, Cristo es amor, la justicia es amor, amo al pueblo, amo la patria, amor y paz”. Pareciera que el presidente es propenso al amor, al cariño o empático con sus semejantes. Quien supuestamente es el líder de esta nación además de este buen sentimiento, tiene la confianza de sus seguidores y ha logrado mantener en muchos mexicanos un vínculo sentimental cariñoso y de complicidad,erigido a sí mismo, como el defensor de los enemigos del pueblo.
Así se ha abierto un frente, amoroso para sus seguidores, pero de claro odio para sus detractores a quienes llama: fachos, fifis, corruptos, rapaces, hipócritas, vendidos, derechairos y un largo etcétera. Confunde definiciones de carácter ideológico como: tecnócratas neoliberales, porfiristas y neo porfiristas o conservadores con algo que cree son insultos, cuando en realidad son expresiones que se usaron en algún momento para explicar doctrinas y tendencias políticas o económicas. Hay veces que el propio presidente, entre las muchas mentiras que dice, asegura que es historiador; en absoluto, nunca ha publicado un libro sobre historia o un estudio sobre alguna época o personaje, tampoco su esposa la doctora Müller, quien sólo ha publicado artículos en revistas y cuyo mejor trabajo se publicó en 2012 en la Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal con el ensayo “La tierra Prometida” sobre una visión, no histórica, del pueblo Yaqui de Sonora.
Otro enemigo del presidente es la prensa, no le gusta que lo critiquen, ni que lo rebatan, no le gusta explicar cifras, ni presentar informes, no le gusta que le muestren estudios que ponen en entredicho su gobierno, le molesta que algún periódico, periodista, comentarista, columnista, especialista, académico publique alguna crítica sobre su gobierno, odia especialmente las investigaciones especiales y los reportajes de largo alcance como el que realizó Latinus acerca de la vida de lujos de su hijo. A los periodistas nos ha dicho: mentirosos, vendidos, propagandistas, chayoteros, sabelotodos, hipócritas, inmundos, alquilados, doble cara, manipuladores, entre otros calificativos.
Tampoco le gusta la clase media; para nuestra desgracia en este sexenio cada vez somos menos los mexicanos que estábamos en esa porción de la sociedad, nos hemos empobrecido, nuestro dinero paga y rinde menos y protestar o quejarnos le fastidia al presidente, no le gusta que aspiremos y logremos estar mejor, incluso el termino “aspiracionista” también lo ha convertido en una ofensa cuando es una tendencia filosófica que propone una transformación para lograr lo que cada quien considere su éxito y desarrollo personal y así lograr ser feliz. ¿Acaso no es eso lo que buscaría para nosotros el Gobierno? ¿Qué fueron las aspiraciones que nos prometió AMLO, lo que finalmente lo llevó al poder?
¿De qué va esta discusión? ¿Por qué el presidente odia a unos y ama a otros? No es el presidente de todos los mexicanos, sino de su base electoral, busca a través del odio dividirnos. ¿Estará el presidente buscando que cada día haya una división más profunda para fomentar la violencia? ¿Será el metro el primer experimento para imponer lugares donde la Guardia Nacional aplique detenciones arbitrarias, como ya lo ha hecho? ¿Quiere el presidente construir una narrativa de confrontación con la idea de que quien marcha en la calle contra su gobierno, en realidad marcha a favor de delincuentes y así se justifique reprimir de manera violenta? ¿Hacia dónde se dirige el odio y la segregación? Parece disparatado, pero el odio, siempre genera más odio. No lo permitamos, somos más, todos somos mexicanos, no nos odiemos, no permitamos una narrativa de odio, no nos hace falta y no lo queremos.