Enrique Álvarez
No se si mi percepción es correcta, pero considero que en el futbol de Querétaro medimos de diferente manera los hechos.
Ignacio Ambriz fue contratado como director técnico de Gallos para salvar al equipo del descenso. Y no lo salvó. El equipo descendió, y continuó gracias a la compra de una franquicia. Y sin embargo, se le recuerda como un técnico que trabajó bien.
Camilo Sanvezzo se convirtió, a base de goles, en un jugador histórico de la franquicia. Mientras fue miembro de la institución dio todo por ella. Y siendo parte de otra institución, siguió haciendo lo suyo: anotando goles. Le hizo uno a Gallos, lo festejo, y la gente lo tachó de ingrato, traidor y malagradecido. Y todo, por hacer su trabajo.
Mismo caso le ocurrió a Gil Alcalá. El arquero es un hombre de la institución. Se forjó en las inferiores, debutó, llegó a ser capitán, y siempre el común denominador fue entrega y compromiso. Se fue de la institución, festejó el éxito de su nuevo equipo, y como Camilo, sufrió las de Caín.
El hecho más reciente de estos casos raros es el de Mauro Gerk. Fue contratado para que con su identidad, su mística y su estilo sacara a Club Querétaro del bache donde estaba sumido y, como había sucedido en el pasado, se salvaran de pagar la multa superando a equipos con mayor presupuesto e infraestructura. Lo que sucedió es que Mauro terminó de hundir la nave que ya naufragaba, y a dos jornadas de que termine el torneo ya sabemos que no hay nada por que luchar. Y a pesar de ello, hay gente que apoya a muerte al “eterno capitán”.
Cada quien tiene derecho a apoyar a quien quiera y a percibir los hechos como desee, simplemente declaro que yo no entiendo las motivaciones de lo aquí expresado.