Roberto Mendoza
La violencia es un lenguaje y una serie de acciones muy atractivos, culturalmente el que pega primero, siempre tiene la oportunidad de pegar más veces, el que grita primero tiende a someter, el que tiene el poder aplasta o ignora impunemente, pero además esta serie de acciones son aclamadas, admiradas y adoradas por casi todos. En ese sentido quien busca el diálogo y la conciliación es visto por muchos hasta con desesperación, con hastío, pues el camino de la violencia es expedito, el del acuerdo, lento, pero más provechoso, porque mediante este mecanismo todos ganan algo, mientras que por el otro sólo hay posibilidad de un ganador.
Los mexicanos estamos acostumbrados a encumbrar a los hombres, las mujeres eran, hasta hace pocas décadas un accesorio, claro había mujeres que se supieron empoderar, pero a la manera de los hombres, aún ahora, las mujeres tienen que buscar su lugar, mediante las formas masculinas, muchas veces he oído: “es que como no tengo pene… por eso no me respetan”. ¡Lamentable que nos orillemos a esto!
La semana pasada en la Cámara de Diputados se desarrolló una verdadera lucha, con violencia lo subrayo, contra derechos ya adquiridos por las mujeres, se trató de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia en materia de Centros de Justicia, la iniciativa había recorrido un largo proceso legislativo y había sido aprobada por unanimidad en casi todas sus instancias, fue en el último momento que la bancada de Morena pretendía, mediante una reserva a la ley, quitarle el dinero presupuestado a estos centros de justicia y entonces condenarlos a su inoperancia o desaparición.
La diputada de Movimiento Ciudadano, Mirza Flores, fue la primera en darse cuenta y alertar a las demás diputadas de la oposición quienes terminaron, no sin pudor, por tomar la tribuna y pelearse a gritos con sus compañeras de la mayoría, fue también la diputada Flores quien lamentara que las mujeres legisladoras se pelearan entre ellas por un mandato que llegó de la secretaría de Hacienda, por una orden de un gobierno mayoritariamente de hombres. ¿Dónde estuvo la violencia? En que la necesidad de dinero fue ignorada, la indiferencia de este gobierno representa, sin duda, un hecho violento. Las mujeres parlamentarias, de todos los partidos, rápidamente se organizaron, se buscaron, se reunieron físicamente y por zoom; lograron en menos de 48 horas una mejor redacción de la ley y un amplio consenso, finalmente fue un éxito obtener presupuesto suficiente y se votó por unanimidad.
¿Es necesario tener centros de justicia para mujeres y así ellas tengan una vida libre de violencia? Sí, tristemente. En nuestro país muchas mujeres huyen de su casa, con sus hijos y sin dinero, para evitar que su marido, a quien aman o amaron, las mate a ellas y a sus hijos, de una golpiza o algo peor. ¿Qué tipo de sociedad somos, que necesitamos estos centros de ayuda, refugios, para proteger y procurar justicia a nuestras mujeres mexicanas de sus maridos o parejas, que se supone las aman o amaban?
Repensemos nuestra sociedad, no justifico a estos hombres, pero mientras sigamos admirando, incluso adorando la violencia y sujetos que tienen el “permiso de la sociedad” para corregir a golpes a las personas que aman, nunca dejaremos de tener la necesidad de estos centros; es necesario no sólo castigarlos, sino tratarlos, curarlos, demostrarles que si se puede de otra forma, porque ellos también fueron víctimas, no los defiendo, debemos buscar una solución conjunta, una manera, como sociedad, de curarnos de tanta violencia. ¿Y la República Amorosa? Esta es una más de las tareas pendientes de este gobierno polarizante y, sin duda, violento con todos, pero especialmente contra las mujeres.