Alejandro Gutiérrez Balboa
Cuando el mundo camina hacia fórmulas que aseguren el crecimiento productivo, mejoren la educación hasta volverla de calidad, garanticen el acceso a la salud y permitan el desarrollo de la democracia plena, líderes demagogos hoy se reúnen para alabar y tratar de hacer permanentes modelos que garantizan el fracaso, la dependencia en lo económico; la pobreza en lo social y la ignorancia educativa.
En efecto, hemos contemplado lo mismo reuniones internacionales importantes que discuten la implementación y desarrollo de fórmulas para cimentar un mejor futuro, como la reciente de3l grupo de las 20 economías más avanzadas, que reuniones para lamentar la caída de regímenes autoritarios y para intentar alianzas entre políticos que tienen a sus países en condiciones lamentables.
A pesar de que la izquierda ha alcanzado el poder en la mayoría de países de América Latina, la disyuntiva sigue presente: o continuar políticas fallidas que sólo benefician a los políticos depredadores, o sentar las bases del desarrollo.
Nunca han funcionado los modelos de educación centralizada, dogmática y mediocre que han impartido los regímenes autoritarios. Pero particularmente en la actualidad, se hace imperativo el desarrollo de capacidades frente a los retos de la tecnología; la automatización, la inteligencia artificial y las ciencias no admiten los esquemas que han estado vigentes hasta ahora en nuestros países.
De igual forma, el insistir en negar la innovación ante la competencia comercial en el mundo de nuestros días, asegura la dependencia, la exportación sólo de materias primas y de bienes básicos, de muy poco beneficio económico. Aquello de asegurar una muy dudosa autosuficiencia energética al precio de seguir tirando monstruosas cantidades de dinero vía empresas estatales es ya insostenible.
América Latina ha crecido muy poco en los últimos 30 años y las previsiones hablan de productividad insuficiente, de la continuación de contracciones económicas y de persistencia de la inflación, desempleo, bajísimos salarios y falta de competitividad. Los gobiernos de izquierda se han empeñado en la utopía de la igualdad, de las reivindicaciones ideológicas en las que el pobre es víctima y nunca mejora su situación, en lugar de afrontar los rezagos con objetividad y realismo.
De continuar estos esquemas, lo único que está garantizado es la turbulencia social, la agitación política, el incremento de la violencia y migraciones masivas. No cabe esperar más, y menos continuar modelos que no habrán de funcionar jamás.