Raúl D. Lorea
@ArqLorea
A finales de 2008, el muy querido Laurel de la India de Av. Corregidora, en Querétaro, comenzaba a decaer de una manera aparentemente inesperada. En menos de 10 meses perdió su follaje, dejando ver una impresionante estructura de ramas (26 metros de altura y 28 metros de fronda.
Tratándose de un árbol urbano tan querido, considerado un hito de Querétaro, la mayoría cuestionamos la versión oficial, pues esos árboles pocas veces mueren por plaga y, de haber sido así, ésta habría atacado a más especímenes en el resto de la ciudad, como sucedió años antes con los eucaliptos de gran parte del país.
Después surgieron teorías de conspiración donde la gente aseguraba que el gobierno lo mató porque le estorbaba para sus fines perversos (sic). Sin embargo, como más tarde me contó un joven ingeniero que trabajó en la clínica de enfrente; al demoler una cisterna que se encontraba en la esquina cercana al árbol, para fines del proyecto, descubrieron muchas raíces de éste que se abastecían directamente de ahí. Con la demolición cortaron, involuntariamente, el suministro más grande y constante de agua, por lo que su muerte habría sido inevitable.
Esa, para mí, fue la versión más creíble, al final recordemos que su arriate era pequeño. Al estar ahogado en un camellón, el resto de su raíz estaba cubierta con asfalto ¿de dónde más podría abastecerse semejante gigante verde?
Lo cierto es que extrañamos a ese hermoso árbol y, para 2017, las autoridades del Municipio decidieron sembrar un ejemplar similar en el mismo sitio. Ojalá nos dure mucho tiempo y sobreviva a la caótica ciudad cubierta de asfalto.