Roberto Mendoza
La soberbia es un sentimiento igual de fácil que la furia e idéntico en peligro, puede nacer de uno mismo o ser causado por otros, tiene como efecto la distorsión de la realidad, una vez que la soberbia entra a nuestra vida sentimos que todo lo que hacemos está por encima de lo excelente, no hay equivocaciones y siempre hay justificación, alguien soberbio no puede equivocarse. La soberbia, igual que la violencia, se nota, pero lejos de causar miedo, causa desprecio y decepción, es un pecado tan grave que hasta causó la caída del ángel más hermoso, convirtiéndolo en el enemigo de Dios y los hombres.
Nuestro presidente era humilde, luchador, un hombre cálido, un político incansable que saludaba con un apretón de manos y un abrazo, pregonaba un discurso siempre a favor de las mejores causas, pero poco a poco fue cambiando, se convenció que era un elegido, el propietario de la verdad. El heredero de sus héroes de niño, el único que comprendía que necesitaba el pueblo y sabía cómo resolverlo. La filargiria se apropió de su corazón, la corrupción ya lo acompañaba desde hacía años y nos engañó, nos engaña, la mentira es costumbre de esta administración y sus consecuencias, criminales, no sólo se mantiene la falsa narrativa, se busca torcer la realidad, pero irremediablemente la verdad termina por imponerse.
Las consecuencias de la soberbia han alcanzado al presidente, era sólo cuestión de tiempo, todo ha sido desenmascarado, ya sabíamos que el gobierno es un caos, la tragedia ha terminado por desnudar completamente la administración, no hay liderazgo, ni inteligencia, tampoco prevención, planeación o ejecución. Como todo depende de un sólo hombre no se puede tener iniciativa en ninguna parte del gobierno si no lo piensa, propone y ordena primero el presidente, si él no lo manda, no hay nada, se depende de una sola persona y esa persona está enferma de poder, la consecuencia siempre latente es el equívoco, ya había pasado, pero las consecuencias no eran del grado catastrófico.
El pasado martes 24 de octubre, su error, costó miles de millones de pesos en pérdidas económicas y lo peor, murieron mexicanos, la negligencia por no actuar es criminal. Se ha justificado, queriendo tapar el sol con un dedo, echándole la culpa a los periodistas, a los medios, a las redes sociales, pero todos lo sabemos, lo hemos visto, esta vez no son unos maleantes, no fueron unos políticos, no murieron unas personas en un ataque a un restaurante o hubo una confusión de algún delincuente, esta vez se requería gobernar, tomar decisiones, cumplir con el trabajo para el que fue electo y no se hizo. Parece que el presidente no trabaja directamente en resolver esta tragedia, hace reportes de hechos, sobre lo que imaginan y ejecutan sus empleados, desnuda su poca capacidad de orden y decisión.
El presidente en se ha convertido en el más fiel promotor de la diosa Eris y sus hijos: el hambre, el dolor, las disputas, las matanzas y masacres, los odios, las ambigüedades y el desorden, nos ha traído la ruina y la insensatez, es un devoto de la discordia y la división, inculca la envidia. Como adorador de la diosa, un signo, sufre males de indigestión. El presidente es el representante del peor de los villanos, era un hombre bueno, cálido y empático, hoy es un mentiroso que no trabaja, no toma decisiones, no va a los lugares a donde se le necesita, en cambio va donde lo aclaman, donde lo vitorean, hace reuniones en ambientes controlados por sus seguidores, la mayoría del tiempo se encierra en su palacio, enojado y constipado, pero seguro de ser el mejor líder que ha gobernado México. Caerá el presidente desde esa altitud, como el arcángel más luminoso y terminará siendo el enemigo de quien aseguró, quería salvar. Es el destino que siempre les espera a los soberbios: El Fracaso.