Jorge Maldonado
Decía Antonio Escohotado, destacado jurista, ensayista y filósofo, que un país es rico no porque tenga diamantes o petróleo, sino porque tiene educación.
En los últimos 30 años, hemos enfrentado cambios contrastantes en materia educativa: el ANMEB en 1992, el ACE en 2008 y la reforma educativa en 2013.
Con el revés a estos cambios y reformas, tenemos resultados catastróficos, respaldados con datos duros.
Según la prueba PISA, que evalúa el razonamiento en matemáticas, comprensión lectora y ciencias, somos el lugar número 51 de 81, cifra alarmante.
En matemáticas, retrocedimos 14 puntos respecto del 2018. Dos de cada tres estudiantes no alcanzan el nivel básico de aprendizaje.
En comprensión lectora, retrocedimos cinco puntos, estamos abajo del promedio y más cerca del último lugar que de acercarnos siquiera a la media.
Para terminar, en ciencia, perdimos nueve puntos, situándonos por debajo de países como Colombia, Costa Rica, Mongolia, entre otros.
En promedio de escolaridad, nos superan Cuba, Argentina, Costa Rica, Venezuela, Perú y más. Es decepcionante.
Según la UNESCO, es necesario invertir el 8% del PIB en educación. Bueno, en 2023 solo se invirtió el 2.9%. Así es difícil lograr un crecimiento.
Con esta información, no es difícil deducir hacia dónde se voltea a ver actualmente: al clientelismo electoral. Reditúa más en las urnas invertir en dádivas que en educación.
Es un fracaso.
Así, hoy en México, estamos muy, pero muy lejanos a la riqueza.