El reporte de los hechos ocurridos el pasado 30 de Septiembre en la Ciudad de Culiacán (Sinaloa), en nuestra patria, en nuestra patria, en nuestra patria -no es error de escritura, es para compartir con usted, amable lector, el asombro y la indignación que causa un hecho de traición flagrante-. Es que esa madrugada, seis militares fueron asesinados y 10 más heridos, entre ellos un civil. Este fue el saldo de una emboscada perpetrada por un grupo armado en el sector norte de esa ciudad, capital del estado, el cual, es de todos conocido, es el territorio dominado por el individuo al que grotescamente llamamos el ‘Chapo’.
El traslado de detenidos por parte de nuestras Fuerzas Armadas desde diciembre del 2006, es parte de la operaciones cotidianas que prácticamente han debido hacer por la cantidad de personas involucradas en el territorio nacional en las actividades de la delincuencia organizada. Ese día traían a un herido, en el cumplimiento de su deber, en calidad de detenido, en una ambulancia de la Cruz Roja, procedentes de Badiraguato, cuando fueron atacados. ¿Quién dio avisó la delincuencia organizada de este operativo?
En el ataque, un paramédico, que pudo haber sido mi propio hijo, que lo ha sido en nuestro estado de Querétaro, fue herido en la refriega. En su momento, el secretario de Gobierno del estado, Gerardo Vargas Landeros, informó que los sicarios robaron la ambulancia que transportaba a un presunto delincuente lesionado, quien fue rescatado por el comando. ¡Imagínese nadas más! Una ambulancia robada.
De acuerdo con la información proporcionada por las autoridades de ese estado, a las tres y pico de la madrugada, los hechos sucedieron cuando los agresores, con toda premeditación y ventaja, estaban esperando al convoy militar en la entrada norte de la ciudad. La delincuencia organizada dio nuevamente muestra de sus capacidades de operación y de lavado de dinero empleando armas, traídas seguramente de Marte o de Júpiter, de calibre .50 y fusiles AK-47 y AR-15. Y, para mostrar el “músculo” a nuestras FFAA, luego del ataque, incendiaron al menos uno de los vehículos militares.
De la misma manera, el secretario del Gobierno federal, funcionario que inexplicablemente sigue en ese puesto que le creó y le dio el presidente de la República, el Sr. Peña, Miguel Ángel Osorio Chong, dijo que “las Fuerzas Federales no descansaremos hasta llevar a los culpables ante la ley. Estos actos no quedarán impunes”.
A este mismo nefasto funcionario se le fugó el ‘Chapo’, y luego, de una manera casi infantil, lo recapturó. El Sr. Osorio ha sido un actor clave de este sexenio trágico de la patria. Las incompetencias del Sr. Osorio son de tal magnitud y obviedad que laceran la conciencia de quienes nos encontramos, en nuestra calidad de ciudadanos, en nuestros cabales. Es grotesco que siga en funciones y que le sigamos pagando, entre todos, su sueldo a un individuo que, al margen de sus complicidades, hacer renacer el sistema que el PRI con el expresidente López Portillo y con el Sr. Durazo instituyeran en los ochenta, sea tan descarado y cínico para hacer semejantes declaraciones.
La denominación que le dio el expresidente Calderón a la delincuencia organizada no podría haber sido más preciso. Se trata de grupos de individuos que conjuntan elementos suficientes para que sean así considerados, organizados. Las organizaciones criminales conforman asociaciones altamente profesionalizadas, estructuradas, son expertos ilegales, operan como nadie en la clandestinidad y son reducidas, no cualquiera es parte de ellos y con ciertas modalidades semejantes a la las FFAA en cuanto a las formas dereclutamiento, despliegue operativo, estructuración celular, producción de inteligencia y planeamiento y organización logística y conducción. Asuntos que uno supondría que el Sr. Osorio sabe, el mismo que ha pretendido entre muchas de sus incompetencias y desatinos, enseñar a las FFAA como re dividir o redefinir las zonas territoriales, zonas que las FFAA tienen definidas desde timepo atrás, tal como fue el caso de Tamaulipas.
Los hechos muestran que las organizaciones civiles, o sea, las que están al cargo finalmente del mentado “mando único” que tanto ha promovido el Sr. Peña y su tribu, son los responsables de esta emboscada. ¿Por qué? Porque el Sr. Peña y su megasecretario, el Sr. Osorio, desde su ingreso al mayor mando de nuestras FFAA, decidieron que podrían precindir de su inteligencia y de su logística, haciendo traer al gran asesor colombiano, Óscar Naranjo, que en otro de los tantos actos grotescos encabezados por el Sr. Osorio, un buen día salió por la puerta de atrás, luego de habernos costado varios millones de pesos y de haber permitido el safarrancho de Michoacán.
A nuestras FFAA se les ha obligado a operar con las fuerzas civiles. Estos hechos son parte de las incompetencias: pretender resolver el acertijo del narcotráfico con 40 mil miembros anunciados de la “gendarmería” que según el iba a crear. Ni son tantos, ni siquiera son policías, son la mayoría exmiembros de las FFAA, ahora con uniforme de policías la mayoría de ellos, cuya actuación hasta ahora, al margen de no rendir de cuentas, es como al PRI le gusta. ¿Cuánto ha costado la idea del asesor colomabiano? ¿Cuáles son los resultados? ¿Dónde está la rendición de cuentas de los millones de pesos destinados a este experimento? ¿Qué será de la “gendarmería” cuando el Sr. Peña deje la presidencia?
Se está jugando con un asunto mucho más delicado que el dólar o que la estanflación económica, en la que ya estamos metidos, o la no aclaración de nada del estado de la Seguridad Nacional. Esta vez, el Presidente y su equipo se están metiéndo con la única institución que nos queda: nuestras Fuerzas Armadas. Esta vez, no se trata del juegito de cómo me hago de más capital o agradezco a los que me trajeron al puesto o me hago de más propiedades; esta vez se está jugando con fuego; nuestras fuerzas armadas fueron víctima de una traición en Culiacán.