Estoy seguro que una gran cantidad de mexicanos, incluyéndome, estábamos pegados al televisor el Domingo pasado para ver si Roma y Yalitza se coronaban como la mejor película y la mejor actriz. No pasó, pero no importa, el hecho que hayan estado nominados es en sí revolucionario y nos tiene que poner a reflexionar. Con mucha tristeza he visto todo tipo de críticas a esta increíble actriz, denostándola porque no cuadra en los estándares de belleza de ciertas personas, atacándola por su calidad de indígena, minimizando la complejidad del rol que actuó caracterizando a las personas que prestan servicios domésticos, muchas veces en la obscuridad y a veces en semi-esclavitud.
Lo que deberíamos reflexionar no solo es lo grande de su actuación, sino lo aún más grande e improbable que, desde las condiciones de pobreza, marginación y olvido en que estaba, haya podido llegar hasta las alturas en las que hoy se encuentra. Aun y cuando la humanidad y sensibilidad que proyecta en su carácter roban la escena, lo que más nos debería causar impacto es todo lo que hay detrás y que –tristemente- es lo más cotidiano en la sociedad media alta y alta mexicana: la existencia de individuos de raza indígena cuasi invisibles cuya vida es dedicada a servir a sus patrones en condiciones deplorables y con casi ninguna posibilidad de movilidad social.
Es cierto que no todos los pobres son indígenas, pero sí que es cierto que casi todos los indígenas son pobres. 7 de cada 10 viven en la pobreza, 3 de cada 10 en pobreza extrema, 2 de cada 10 ni siquiera tienen acceso a servicios de salud. Claramente como sociedad tenemos una deuda frente ellos, pero aun así la mayoría de nosotros prefiere cerrar los ojos, gozar de los beneficios que nos dan (mano de obra y doméstica barata) y continuar tratándolos como seres invisibles. Ojalá recordemos a Roma y a Yalitza no solo como orgullos del cine mexicano, sino como catalizadores de un cambio a partir del cual como sociedad empezamos a valorar y tratar con humanidad a nuestros hermanos indígenas.
Twilight Zone… Y seguimos neceando en apoyar, por omisión en condenar, al gobierno del dictador Nicolás Maduro en Venezuela. La vergüenza de esta posición solo es sobrepasada por el descaro de sus fanáticos mexicanos como Gerardo Fernández Noroña, quien claro apoya su socialismo pero elije pasar sus vacaciones en Las Vegas…