Michelle Obama es una mujer extraordinaria en todos los sentidos
Charles M. Blow
Es abogada con estudios en las universidades de Princeton y Harvard; fue la primera dama de Estados Unidos y la primera afroestadounidense en desempeñar ese cargo. Acaba de terminar la exitosa gira de ‘Mi historia’, su libro biográfico que ha ocupado en Amazon el primer lugar en ventas por el mayor tiempo desde ‘Cincuenta sombras de Grey’. Según las encuestas, es la mujer más admirada del mundo.
En la vida, se ha conducido con el máximo honor, dignidad y gracia. Todos los días extraño su presencia y la de su esposo en la Casa Blanca. Su contraste con los Trump es tan marcado que duele. Estados Unidos cambió la erudición por la indecencia.
Michelle Obama no le debe nada a nadie. No tiene nada que probar. Ya todo está probado.
Por eso, me entristeció escucharla decir en la Cumbre de la Fundación Obama en Chicago que “no puede hacer que la gente no le tema a los negros” y continuó: “No puedo explicar qué ocurre en mi cabeza, pero tal vez si todos los días muestro que soy un ser humano, un buen ser humano… Tal vez, y solo tal vez, ese trabajo vaya eliminando las capas de su discriminación”.
¿Por qué esta brillante mujer negra debería pasar un segundo de su vida considerando la forma de pensar de un racista? No debería. Ninguna persona negra debería. Ninguna persona que padezca el dolor del racismo debería hacerlo.
Las intenciones de Michelle Obama son honorables, pero su estrategia es problemática. El racismo contra las personas de raza negra y la supremacía blanca no se fundamentan en el comportamiento de la gente negra. Desde que los europeos comenzaron a secuestrar personas en África, usaron la pseudociencia y supuestamente los rasgos de comportamiento observados para justificar su brutalidad, subyugación y explotación.
Ante sus ojos, los negros eran más bien toscos, salvajes o vagos y flojos. Eran menos avanzados intelectual y culturalmente. Carecían de moral y carácter para existir en el mismo plano que los blancos. Los blancos no habían sido quienes pusieron a los negros en una posición inferior, sino Dios y la naturaleza.
Este razonamiento basado en el comportamiento se usó para justificar y mantener la esclavitud; para oponerse a la reconstrucción y combatirla; para justificar los códigos de la negritud y la ley Jim Crow; para sancionar racialmente políticas y castigos disparatados relacionados con las drogas, como la encarcelación masiva y ahora para justificar los asesinatos de negros a manos de la policía.
Abraham Lincoln, durante los debates Lincoln-Douglas en 1858, lo llevó aún más lejos, cuando dijo: “Hay una diferencia física entre las razas blanca y negra que creo que siempre impedirá que las dos razas vivan juntas en términos de igualdad social y política”.