Javier Esquivel
Por más grande que sea la capacidad de generar altas expectativas, construir sueños o ilusiones o reinterpretar los hechos de la vida cotidiana y de manipular las creencias e ideales, de inundar de esperanzas a otras personas o a una sociedad, la realidad termina imponiendo su presencia de golpe.
Si bien es cierto que también se pueden generar distractores de atención para matizar los hechos y las cifras o para animar a los electores, la verdad de las cosas siempre acaba por imponerse con porrazos contundentes de objetividad.
Hoy en día en México se debaten en casi todas las áreas la naturaleza de la realidad política y de las condiciones de vida de una sociedad.
Unos la interpretan y la comunican bajo el lente de su óptica ideológica de gobierno, la traducen no con los indicadores oficiales de un estado o de la nación, si no a través de cómo les gustaría que fueran las cosas.
Del otro lado de la moneda, se busca también, erróneamente, hacer valer y ver una interpretación de oposición y de recuento de los hechos pasados como una forma de interpretar y predecir el fututo.
En este duelo de elucidaciones para unos una marcha ciudadana, que busca abanderar una causa social, es una provocación conservadora y patrocinada por terceros para no perder sus beneficios, mientras que, para los otros, la contramarcha de celebración y de aniversario ideológico de un régimen oficialista, es un desfile de carácter obligatorio financiado con recursos públicos.
Ambos polos sin comprobar o desmentir los dichos de unos y otros, buscan contagiar e imponer, al grueso poblacional, una forma única de percibir las cosas y de observar los asuntos públicos, sin embargo, se olvidan que cada uno de los ciudadanos vive su propia realidad con criterios propios no manipulados.
Las mujeres y hombres del país libre de sesgos partidistas decide con base en sus propias condiciones sociales, económicas y a través de sus propias experiencias, creencias y expectativas; viven su propia realidad por más tersa o áspera que esta sea.
La gente informada no requiere de marchas, contramarchas, de propaganda o contrapropaganda o de un llamado a la reconciliación nacional para hacerles ver que las percepciones generadas por intereses de terceros no corresponden a su realidad.
Cada vez la población es menos manipulable, más desconfiada de las palabras, los dichos y los hechos de las corrientes y liderazgos políticos por fuertes que estos sean.
La gente de hoy piensa en encontrar sus propias, en soluciones y en alternativas para mejorar sus condiciones de vida, pero también evalúa las conveniencias y perjuicios de permanecer o salir a las calles en un domingo familiar a festejar o defender causas de acuerdo a sus propias circunstancias.
En la actualidad las personas son más sensibles para situar y evaluar, realistamente, las expectativas de vida que tiene con una u otra alternativa política y tienen la capacidad de poner los pies sobre la tierra, aunque se dé el lujo de fantasear, de soñar con alcanzar lo que hoy parece imposible.
Y, aquellos que no lo hacen y que siguen pensando más en el idealismo, en lo intangible de un discurso político o de una promesa electoral que pesar del tiempo transcurrido no llega, serán reasentados y reubicados a través del ineludible paso de los años, con la veracidad de los hechos, pero sobre todo con dolorosos golpes de la realidad.
Apunte de consultor
Los mariachis callaron. El humor social se transforma de esperanza a desencanto, la realidad vuelve hacer su presencia. Ya no habrá más comunicación de la política envuelta y disfrazada con la playera de la selección nacional. La realidad se vuele a presentar con su aliado el tiempo.
@javoesquivel