El negocio del narcotráfico es un activo financiero internacional, mueve una parte importante de la economía; personas, empresarios, partes administrativas y políticas de los gobiernos del mundo son beneficiarios.
Según informes y estimaciones globales, México es el segundo productor mundial de marihuana, el tercero de amapola y el principal productor de metanfetaminas.
La Administración de Control de Drogas de los Estados Unidos (DEA), asegura que los cárteles mexicanos controlan el 70% del mercado de la cocaína en Estados Unidos, el 50% del mercado de la heroína y el 25% del mercado de la marihuana, además operan en más de 50 países, de manera directa y en todo el mundo de manera indirecta.
Sólo en Estados Unidos los mexicanos ganan alrededor de 120.000 millones de dólares, en el mundo, según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito; se mueven anualmente al menos unos 320.000 millones de dólares de ganancias, esta cifra es igual al 1% del PIB mundial, de ese porcentaje los carteles mexicanos se quedan con más del 50%
Los narcotraficantes no pagan impuestos, al menos no a la secretaría de Hacienda, los ingresos que pagan de manera directa benefician a muchos mexicanos, tan sólo un estudio de la revista Science reveló que las organizaciones criminales del narcotráfico son el quinto grupo que más genera empleo en México, alrededor de 175 mil empleos, una cifra por encima de grandes empleadores como FEMSA; Walmart o América Móvil.
Desde el punto de vista financiero, sin trabas morales, ni legales, tiene sentido que el gobierno no ponga en peligro esta industria que beneficia a tantos mexicanos y que genera una cifra de dinero desconocida para la administración actual, su estrategia para ellos es: abrazos, no balazos.
Una de las consecuencias del éxito de este negocio es que está creciendo enormemente y aunque sus ganancias son cuantiosas, el dinero siempre es finito, por lo que es lógico que si sus empleados ya controlan un territorio quieran ganar más, de ahí que se dediquen a buscar otros beneficios que les generen más ganancias sin descuidar, en principio, su ocupación original.
Esta diversificación se llama: extorsión, cobro de piso, redes de trafico de personas, de trata, prostitución, piratería y un enorme etcétera de negocios ilegales, cualquier cosa es posible amparado bajo la marca del cartel en cuestión, incluso el paraguas es tan grande que cualquiera puede decir que es parte del cartel, sin serlo y emprender un negocio ilegal más o menos exitoso.
Un ejemplo es lo que pasó en el pueblo de Texcaltitlán Estado de México, donde pobladores que se dedicaban a sembrar y vender col, coliflor, chícharo, haba y cebolla eran extorsionados por miembros de un cartel, les cobraban un peso por metro cuadrado de siembra.
Este municipio no es de los más ricos del estado, los campesinos no tienen mucho margen en sus ganancias para pagar derecho de piso, no completaron la exigencia y ante la negativa de negociación, se arriesgaron, emboscaron, combatieron y mataron a los extorsionadores quienes no creyeron que fueran a tener una batalla y aun cuando tenían más y mejores armas, los campesinos tenían más gente y estaban decididos, el saldo: 10 delincuentes muertos contra 4 campesinos.
El problema del “negocio chico” de los miembros del cartel se puede convertir en un dolor de cabeza para el negocio grande, el gobierno no sabe si puede o no combatir a estos capos locales, porque podría arruinar parte del negocio que también le genera ganancias.
Aunque el cartel ha permitido estos negocios e incluso se beneficia con sus ganancias, tendrá que tomar cartas en el asunto, serán ellos, tristemente, los que tengan que poner orden al creciente caos del crecimiento exagerado de los negocios emergentes.
El negocio del tráfico de drogas es gigantesco como para ponerlo en peligro por unos malandros que no entienden el engranaje financiero y de ganancias globales en el que están metidos.