Este año está iniciando recientemente. Será el tiempo más electoral de todas las temporadas que hemos vivido. Cada seis, nuestro país vive un año de intensas campañas electorales, sesudos análisis, guerra sucia, memes, ‘fake news’, ataques, mentiras… y todos, de una u otra manera, estamos inmersos en una vorágine donde los comicios son el pan, la sal, el desayuno, la comida y la cena de cada día.
En este momento, tenemos una autoridad electoral dividida, pero seguramente buscará estar a la altura del reto que tiene enfrente, la organización, fiscalización e imposición de la justicia en el proceso electoral, además de asegurar que unos 15 millones de jóvenes voten por primera vez y que nosotros también los hagamos de manera libre y segura.
De ninguna manera será fácil este reto. La presidenta del Instituto, la licenciada Guadalupe Taddei, quien cumplirá escasamente un año en el cargo cuando se realice la elección, será la primera que anuncie el próximo 2 de junio el nombre de la próxima presidenta del país. Es importantísimo que la noche de ese día no haya dudas y que ella se alce como el pilar de la confianza que hemos depositado en el Instituto.
Hoy, 145 días antes de la elección, ya tenemos un ambiente electoral enrarecido por la violencia electoral y por la violencia común del crimen organizado, en municipios como Texcaltitlán, Petatlán o Buenavista, y en estados como Michoacán, Tabasco y Zacatecas. Será un factor decisivo para que quien quiera votar decida efectivamente, y con una dosis grande de valentía, salir de su casa y ejercer su voto de manera libre y secreta.
La participación ciudadana será el factor más relevante de esta elección, que voten al menos la mitad de los nuevos electores, que no baje la asistencia a las urnas más del 60 por ciento, porque, si la próxima presidenta solo es elegida por la tercera parte de la población que puede votar o menos, ¿cuál será su legitimidad? Lo más trascendental: si el 70 por ciento de la población o más no pudo o no quiso votar, ¿cuál es el mensaje que estaremos dando nosotros, los electores, a las autoridades?
Quizá para muchos sea un alivio que se acabe este periodo presidencial obradorista, pero lo vital es lo que viene a futuro. Primero, serán las elecciones; luego, los resultados, y de ahí vamos a ver qué país es el que nos va a plantear el presidente Obrador, porque si Morena ganara la presidencia y tuviera una mayoría constitucional completa en ambas cámaras, el poder presidencial no menguaría en la etapa de transición, sino seguiría cuando menos otros tres años; las reformas que pretende mandar al Legislativo antes de terminar su encargo, le seguirán dando vida política. El presidente Obrador seguramente será referido y consultado, aunque se fuera a su rancho; se le preguntará sobre las votaciones a sus reformas, sobre los resultados, sobre las acciones de inconstitucionalidad… será un poder a distancia, un actor que podría estar por encima de la nueva presidenta o cuando menos en su mismo nivel. Tendríamos un fenómeno parecido a tener dos presidentes. El peligro es que el poder siempre tiende a concentrarse. ¿En quién se concentrará? ¿Quién va efectivamente a ejercerlo, a tomar decisiones?
Este año habrá muchos protagonismos. Guadalupe Taddei será uno de los más claves. Yo confío en que ella dimensione el tamaño político e histórico de sus próximas acciones y demuestre que si fue una suerte, para el futuro de nuestro país, que su nombre haya salido de esa urna el pasado 31 de marzo de 2023 en la Cámara de Diputados, México todo estará muy pronto a la espera de su valentía institucional.