Roberto Mendoza
El poder siempre corrompe y quien lo ejerce esta tentado a ejercer el abuso. Una muestra de este atropello es el llamado “pizzo” o “pizzu” esta palabra significa pico, en el argot de la mafia, se pedía al pequeñísimo empresario o al muy grande, dejar que se “metiera el pico” en las ganancias a cambio de protección y ayuda, también, como lo señala Mario Puzo en su novela “El Padrino” impartir una especie de justicia, la llamada Cossa Nostra o cosa de nosotros, donde la mafia sustituía al estado para buscar proteger a los suyos, al tiempo, de tratar que todos ganaran.
En México el termino ha caído en una distorsión, incluso lingüística, según el profesor de la Universidad de Guadalajara Benito Ramírez “aludiendo al derecho que alguien tiene para explotar una porción de suelo o para permitir su ocupación para desarrollar actividades de carácter económico, y que por dicha ocupación surge la obligación para otra persona de realizar un pago” como lo explica el académico, “el piso” es simplemente extorsión o chantaje, la diferencia es que el estilo mexicano no beneficia de ninguna manera al comerciante ni lo integra a un esquema de ayuda mutua, para el dueño de un comercio, en amplias zonas del país, el piso, significa sólo perdidas.
El derecho de piso mexicano era un negocio chico, pero ha escalado y ahora es un negocio grande, muy conveniente para los malosos, pues es menos peligroso, más lucrativo y con la ventaja de necesitar poca inversión, esta extorsión y terror ha llegado a todos los niveles y a casi todos los estados, sobre todo donde se percibe debilidad y progreso, por ejemplo en Aguascalientes y en Guerrero, según un estudio de El Sol de México los empresarios de estos dos lugares, pagan hasta 50 mil pesos a algún otrora pequeño delincuente local, Guerrero sobre todo, es un estado vulnerable, atacado por la naturaleza y donde sus autoridades, según reportes periodísticos, están coludidas con el crimen e incluso son criminales como el ex secretario particular de la presidenta municipal de Acapulco, Ángel Vargas, que fue uno de los que participó en el robo a comercios días después del paso del huracán Otis.
Otro estado que está siendo atacado por esta actividad en ciernes es Chiapas, donde iglesias, lugares de culto donde no se produce nada, los criminales justifican su acción porque según ellos, algunos sacerdotes o ministros abusan de sus feligreses y, por tanto, los criminales se permiten despojarlos de hasta 30 mil pesos mensuales. Este expolio maldito está afectando no sólo la vida de quien es víctima, sino del país, ya lo sufrimos todos con el alza de precios de algunos productos como el aguacate o el limón, pero ahora se está afectando la vida productiva y la sobrevivencia de mucha gente que o prefiere cerrar su negocio o es lesionado, damnificado y al final muerto.
Es tal la vorágine del crimen que no se da cuenta que están terminando con ellos mismos. El pizzo era un último recurso seguro que tenía los comerciantes sicilianos para sentirse protegidos por un poder alterno, en cambio el cobro de piso mexicano es sólo abuso, donde el delincuente no tiene un freno y la consecuencia final es, cada vez más seguido, la muerte. Nadie sale beneficiado, todos pierden, como pasó en Texcaltitlán donde ahora todo es miedo. El estado está fallando, los delincuentes no pueden, ni saben, ni quieren sustituir al estado, su objetivo es obtener ganancias económicas rápidas y fáciles, están dispuestos a todo, incluido a cimentar su propio exterminio, si no hay a quien robar, si no hay a quien matar, terminarán matándose entre ellos y destruyendo México. Estamos solos, ellos también, el actual gobierno no hace nada y esta inacción tiene como secuela el caos actual. El ejemplo del presidente, del líder de esta nación, es el odio, el rencor y el desquite, este fenómeno, una de sus consecuencias.