“El saber efectivo de la sociedad y de los procesos educativos pueden alentar una visión optimista y progresista de la vida en común, aunque luego los hechos -vandalismo, egoísmos varios, intolerancia, ambiciones de poder- nos desalienten. Es precisamente entonces cuando la filosofía debe demostrar su validez y eficiencia, convirtiéndose en sabiduría directiva de la vida. La comunicación es la más asombrosa de todas las ocupaciones humanas, en ella se considera que la democracia es básicamente a la vez democrática y democratizadora, porque educa y democratiza.”

John Dewey, filósofo, pedagogo y psicólogo estadounidense, (1859-1952), citado por Fernando Savater en ‘La Aventura de Pensar’.

Estudiar las ideas del maestro John Dewey nos conduce a comprender nuestro presente y a un estimulante y esperanzador reconocimiento de ideas que se enlazan para entender nuestra realidad, ideas como el optimismo y el pesimismo, la comunicación, la educación, la filosofía, la democracia, el sentido de la vida y la construcción del futuro.

En México, los poderes en conflicto han hecho de la educación un campo de batalla, un escenario en donde todos pugnan por sus intereses políticos, pero en el que ninguno de esos poderes se afana verdaderamente por la educación. No entienden o no quieren entender, que la educación es nuestra principal alternativa para dejar la crisis nacional que enfrentamos y para la creación de un futuro sano, sin violencia y sin perdedores.

John Dewey, el filósofo de la educación, mostró en varios de sus libros que la comunicación es el corazón de la educación. Una sociedad que progresa y crece debe fortalecer las habilidades comunicativas de sus nuevas generaciones (hablar, escuchar, expresarse en forma oral y escrita). Algo tan fundamental para la vida, se extravió por décadas en los contenidos de la enseñanza. La pedagogía actual, que se aplica por vez primera en nuestro país, es una pedagogía hecha para nuestros alumnos por científicos y maestros mexicanos.

Empezamos bien, ya que la historia nos muestra que los avances hechos por la humanidad, se pueden ver como una travesía hacia el progreso comunicativo: el habla tiene entre 50 y 35 mil años; la escritura fue creada hace 6 mil años y el alfabeto tiene 4 mil años; la imprenta fue inventada en China hace mil años y reinventada en Europa en 1451, es decir hace más de 500 años; el teléfono, en 1876; la televisión, en 1926; los transistores, en 1948; la fibra óptica, en 1988. Actualmente se trasmiten por medio de las fibras ópticas millones de mensajes simultáneamente.

La comunicación, como esencia de la educación, civiliza a las sociedades. Cuando los maestros orientan a los alumnos hacia la práctica de las habilidades comunicativas, lo que están haciendo es conducir a los aprendices al desarrollo y al crecimiento humano individual y colectivo. Gracias a la comunicación, los individuos cambian y crecen de forma personal al adquirir conocimientos, habilidades, actitudes y valores. Sin comunicación no hay dialogo, comprensión, entendimiento y democracia.

Vivimos en una época de incertidumbre, en un presente lleno de dudas que nos impide tener una visión clara del futuro, del camino que debemos recorrer, de todo aquello que nos va a ocurrir. Dewey nos enseña que para enfrentar estas incógnitas, que nos paralizan y nos hacen mantenernos en la inercia sin sentido y destructiva, hay que recurrir a la filosofía que nos conduce a tantear y extender nuestro pensamiento, para ver en dónde estamos y hacia dónde vamos, pues los hombres vivimos en el riesgo, la ambigüedad y la crisis, que nos encaminan a conocer a partir de ellas y a actuar con sentido. No temamos, debemos hacer como recomendaba Ortega y Gasset, una verdadera política que postula la unidad de los contrarios, en la educación básica queretana hace falta, a la vez, un impulso y un freno, una fuerza de aceleración, de cambios social, y una fuerza de contención que impida la destrucción que produce la vertiginosidad y el cambio sin sentido. ¡Estamos a tiempo!

Termino expresando que la gran aportación de Dewey es la convicción de que la filosofía puede, a través de la comunicación y de la educación, aportar un fundamento a la democracia moderna.

Por: Amado López Guerra