Mario Maraboto
A mediados de este mes, la candidata oficialista a la Presidencia de la República cerró lo que oficialmente se llama “precampaña” que en realidad tuvo la apariencia de campaña desde que inició hace un año. Su discurso de cierre, además de que fue un cúmulo de supuestos logros de ella, de su partido y de su jefe en Palacio Nacional, deja la duda sobre a quién lo dirigió y la certeza de sus afirmaciones.
Una rápida revisión del texto revela las siguientes incongruencias y dudas.
“México está cambiando para bien”, dijo, pero no especificó para bien de quién o de quienes; el cambio más bien ha implicado un retroceso en todo lo que en democracia y políticas públicas se había avanzado. La idea era mejorar lo perfectible.
En un exceso de soberbia, exclamó: “No creo exagerar al decir que somos el movimiento social político más fuerte de todo el planeta”. ¿En dónde quedan el movimiento feminista, el ambientalista, el de la igualdad de derechos y otros tantos movimientos sociales del siglo XXI que han logrado generar cambios significativos en diferentes ámbitos de la sociedad gracias a que han visibilizado problemáticas, promovido el debate, logrado avances en la legislación y generado conciencia en la sociedad? El movimiento identificado como Morena no ha logrado nada de lo anterior.
Más adelante expresó: “Cómo puede hablar de democracia, quien se benefició de la violación más elemental del principio constitucional que viene de Morelos? ¿Acaso se refería su jefe, que se ha beneficiado de la continua y descarada violación a los preceptos constitucionales bajo el criterio de “no me vengan con que la Ley es la Ley? Parece que sí.
Igualmente dijo: “La dignidad humana significa reivindicar los derechos y erradicar el clasismo, el racismo, el machismo, la discriminación que son propios del pensamiento conservador” ¿También se refería a su jefe y coordinador de campaña? Es él quien se revela machista -a pesar de tener mujeres en su gabinete- navega con la bandera del clasismo y discrimina violenta y públicamente a quien no está de acuerdo con él. (Me dirán que si fuera machista no hubiera impulsado a Sheinbaum, pero me parece que lo hizo porque, con todo respeto, es manipulable).
También habló de que México es ejemplo “por la reducción de la pobreza y la desigualdad y por el mejoramiento del nivel de vida de la gente”. Supongo que se refería a la gente de su círculo cercano porque la pobreza se ha incrementado y las personas no han mejorado su nivel de vida sólo por recibir un dinero bimestral.
Luego presumió que la CDMX tiene “los dos teleféricos más grandes del mundo”, (la Línea 1 tiene una longitud de 9.2 kms, la 2 mide 10.55 Kms y la 3 Tendrá una longitud de 5.42 Kms). Lo malo para ella es que el más largo del mundo se encuentra en Bolivia y tiene una longitud de 30 kilómetros y el Linbanan, en Suecia, mide 13.613 kilómetros. También se jactó de la “inversión histórica en el Metro”, aunque nunca explicó las causas reales del derrumbe de un tramo de la línea 12 ni por qué jamás compareció ante la autoridad la entonces directora del sistema del Metro.
Finalmente, repitió algunos conceptos de su jefe: “Lo primero es honestidad”, “No habrá gasolinazos, ni aumento a las tarifas de luz”, “Mantendremos la obligada división entre el poder económico y el poder político y seguiremos con la política de erradicación de la corrupción”, “Atenderemos la seguridad desde la perspectiva de atención a las causas y de la cero impunidad”, etc.
Nada nuevo en el discurso, pero sí la muestra de que, de llegar a la presidencia, seguiremos tendiendo dos méxicos: el de los otros datos y el de la cruda realidad.