Roberto Mendoza
El referente histórico del presidente es muy viejo, son las luchas de los conservadores contra los liberales del siglo XIX, el trágico gobierno de Maximiliano de Habsburgo, la historia, contada con mucha simpleza, de Antonio López de Santa Anna, el gobierno y figura de Porfirio Diaz, la gesta de Madero y de Zapata, los hermanos Serdán, periodistas revolucionarios como los hermanos Flores Magón.
Después se salta gran parte de la historia y cae con Lázaro Cárdenas y Adolfo López Mateos, dos presidentes que nacionalizaron, tanto el petróleo como la industria eléctrica y hasta ahí. La historia contemporánea, desde su perspectiva, nace con él y se convierte en un pensamiento llamado La Cuarta Transformación.
Andrés Manuel López Obrador es un político hábil, inteligente, encantador, estratégico y manipulador. Un gran académico no está entre sus muchas cualidades, tampoco, aunque él ha dicho que sí, es un historiador, no hay en su haber estudios de historia más que los que recibió en la secundaria, preparatoria y algunas materias de la Universidad, nunca, que se sepa, tomó un curso completo en la Facultad de Historia, tampoco ha hecho, en sus libros, un estudio sobre sus referentes con el matiz de investigador, sumergido en la vida de algún personaje, simplemente porque esos estudios y esa comprensión requieren de años de dedicación, investigación y compromiso y el presidente se ha impuesto otras luchas.
Las reiterativas comparaciones de la actualidad con las pocas anécdotas e historias contadas como si fueran sacadas de los libros de texto de los años ochenta no son equiparables a los actuales acontecimientos que suceden en nuestro país y en el mundo, la historia de la humanidad constantemente se está moviendo, en la actualidad nuestra vida ha perfilado un cambio muy profundo, nuestra sociedad ya no es igual que hace tres años, las costumbres, trabajo, formas de comportamiento y la manera en que nos relacionamos han cambiado para siempre.
Vivimos una crisis mundial, una serie de peligros globales, el Covid aún no termina, la viruela del mono es una emergencia, continúa una guerra que ha puesto en peligro diversas cadenas de distribución y por si no fuera poco, tenemos una gran inflación mundial. En nuestro país además de estos problemas que nos afectan está: el problema del agua, los otros que ha creado el presidente como el desabasto de medicinas, y el más grave de todos, la violencia en muchas de sus formas, desde las masacres y los enfrentamientos, los feminicidios, hasta llegar a los ataques de niños contra niños en las escuelas, sino volteemos a ver lo que sucede en nuestro querido Querétaro.
Pensando en todo eso, la lucha por la defensa de nuestra soberanía y el pleito entre conservadores y liberales, contra sus adversarios imaginarios y reales del presidente parecen poca cosa, incluso ya es tan poco interesante el discurso del presidente que en la mañanera, diversos personajes se pelean entre ellos, el programa más visto del presidente ha terminado por ser un espacio para gestionar peticiones, pedir ayuda, puestos y cargos, sobre todo proclamar loas, de periodístico cada día tiene menos.
Así hemos vivido cuatro años de una presidencia que hasta ahora ha decepcionado, no ha hecho una transformación, ha profundizado todos los vicios de las anteriores, no ha propiciado una revolución de las conciencias, busca estatizar un pensamiento retrógrado y mal informado, no se toman las decisiones necesarias para llevar a nuestro país a la siguiente etapa de la historia. Lo escribió hace poco Viri Ríos, la polarización no es cierta, lo que es innegable, es que con estos cambios, todos estamos perdiendo.