Roberto Mendoza
En la celebración del aniversario de la Independencia de México, el presidente Andrés López, propuso al mundo un comité que pudiera mediar el diálogo y la paz en el conflicto armado entre Ucrania y Rusia, este comité impulsaría un acuerdo para firmar una tregua de cinco años. Propone, además, un pacto mundial para “enfrentar los grandes y graves problemas económicos y sociales que aquejan y atormentan a los pueblos del mundo”. Es decir, el presidente además del impulso a la paz mundial, ofrecerá, de un plumazo, la solución a los problemas económicos y sociales del orbe.
El primer fallo de este planteamiento es que los involucrados, el primer ministro Modi de la India, el papa Francisco y el secretario general de la ONU António Guterres, se enteraron en el momento que el presidente lo propuso. Si el anuncio fuera formal, sensato y responsable, primero hubiera preguntado a los involucrados si estaban dispuestos, darles a conocer los pormenores de la propuesta y dejar que ellos la hicieran suya con sus contrapropuestas, para luego ponerla en la mesa de la ONU. Hay un desacierto aún peor, pues en el mundo hay al menos seis conflictos armados importantes que también afectan a la economía y la sociedad mundial. Y de ellos, no habló, ni propuso nada.
Este discurso, supuestamente sobre la paz mundial es una más de las ocurrencias del presidente, no se conocen los pormenores de la propuesta, ni sus alcances, es tan sólo una salida fácil, al anuncio de días pasados sobre la posible separación de México al T-MEC, obviamente esto tampoco ocurrió por las gravísimas consecuencias que tendría.
Hubiera sido mejor que el presidente volteara hacia el país que gobierna. En materia de concordia, México tiene un gran déficit; somos el país de paz 137 de 163, según el Índice de Paz Global 2022, hecho por el Instituto para la Economía y la Paz. La situación del país mejoró de 2020 a 2021, pero con un índice marginal de 0.2%. No somos un país armónico, sino de conflicto, tenemos una especie de guerra civil de facciones criminales, donde el gobierno no está actuando, sino se mantiene al margen. No se puede creer que la estrategia sea “Abrazos no Balazos”, pues es un slogan, más pareciera que se está dejando a las facciones criminales destruirse entre ellas; esta decisión ha propiciado que la población civil quede en medio de estos conflictos, sufriendo asesinatos, desplazamientos, abusos y violaciones reportadas a diario en la prensa. El presidente las minimiza, incluso hasta se burla de ellas.
En materia económica tampoco estamos bien, México en tres años bajó 12 lugares en el índice de Desarrollo Humano elaborado por el Programa de la Organización de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en 2021 estábamos en el lugar 86 de 198 países del mundo, pero para 2018 ocupamos el lugar 74. Hoy, además, sufrimos de una inflación constante. Nuestro dinero, cada día vale menos.
El presidente gobierna la sociedad mexicana con un factor de rivalidad, el día del grito de independencia arengó: ¡Muera el clasismo! ¡Muera el racismo! ¿No es él quien hace distinciones entre mexicanos? Unos son fifís, otros conservadores o neofascistas. ¿No es él quién distingue entre personas con diverso pensamiento político? Siempre habla de adversarios, de enemigos. Denigra o insulta a periodistas y empresas periodísticas, son vendidos, asegura. El racismo y el clasismo son ideas, adjetivos, sujetos que actúan de una forma u otra ¿Acaso el presidente quiere ver muertos a estos mexicanos? ¡Muera la Corrupción! Grito también ¿Cuál, la de sus hijos, la de sus hermanos, la de sus colaboradores? ¿Cómo pide, el presidente paz, en el marco de un desfile militar? ¿Dónde está la congruencia?