Mario Maraboto
La semana pasada inició la cuenta regresiva de lo que serán los últimos meses de Andrés López como presidente de la República, cargo en el que alcanzó su nivel de incompetencia. Según Laurence J. Peter, creador del “Principio de Peter”, “Todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia”, es decir llegar al punto en que lo que antes hacía a la perfección decae en continuas fallas.
Como líder social y eterno candidato a la presidencia, López alcanzó su nivel de competencia, mismo que ha seguido mostrando a lo largo de estos cinco años; pero como presidente, al frente de la administración del país, ha mostrado su nivel de incompetencia, es decir, su incapacidad para hacerlo bien.
Al segundo día de su mandato aseguró que por las tardes de los días entre semana recorrería “estados cercanos” a la CDMX para inicia el día siguiente a las 6 horas con una reunión en su gabinete de seguridad. Dijo que su jornada podría terminar a las 22:00. “Eso es importante, no trabajar ocho horas, trabajar 16 horas, cuando menos, en lo que corresponde a nosotros“.
Trabajar en exceso lleva a errores que se traducen en incompetencia, tanto como trabajar pocas horas al día. Hace poco más de un año se dio conocer el hackeo de información al ejército por parte del grupo denominado Guacamaya, en el que se revela el verdadero ritmo de trabajo del presidente, mismo que no ha variado. Nada que ver con los compromisos establecidos. Sus horas efectivas de trabajo indican su nivel de incompetencia.
Según los documentos hackeados, revelados por algunos medios, el presidente suele levantarse a las 4 de la mañana para recibir a los miembros del gabinete de Seguridad, aunque no se informa al respecto y se ignora qué acuerdan, pero después de cinco años, no se ven resultados. Reunirse no necesariamente significa trabajar; es como quien asiste a la oficina, pero no hace nada, o el que va a la escuela, pero no entra.
De hecho, en junio del año pasado un connotado periodista reveló que, conforme fuentes cercanas a Palacio Nacional, en la reunión con el gabinete de seguridad no existe una gran discusión sobre la estrategia para combatir a los grupos criminales; el presidente casi siempre luce fastidiado y se limita a escuchar cifras de asesinatos sin hacer muchas preguntas ni dar mayores indicaciones.
Conforme a las filtraciones, las actividades del presidente por lo general terminan después de la conferencia mañanera y, a menos que salga de gira, su agenda usualmente permanece en blanco. Por las tardes, cuando no va a “macanear” (jugar beisbol), generalmente recibe terapias físicas y los fines de semana “supervisa” sus mega obras o inaugura obras inconclusas y pronuncia discursos propagandísticos.
En anteriores sexenios se convocaba a conferencias de medios cuando había información noticiosa que compartir. Hoy, las llamadas conferencias son diarias para propaganda partidista disfrazada de gubernamental, y para insultar o descalificar a quien difiere del criterio presidencial.
Durante los siguientes meses seguirá manifestando su competencia como líder de un partido en apoyo a su candidata, y su incompetencia como presidente: Durante el día no se sabrá nada de él excepto que tenga una cena con sus partidarios, una reunión con funcionarios de otros países o una sesión de Beisbol “para mantenerse en forma”.