Mario Maraboto
Las noticias surgen de la dinámica en diferentes terrenos: social, económico, político, deportivo, etcétera. En cada uno continuamente se producen hechos que, en cierta proporción, impactan en la propia sociedad y lo hacen en mayor medida cuando empiezan a ser noticia para los medios de comunicación.
Es indiscutible que la tarea de los medios informativos es dar a conocer aquello de lo que son testigos, de la manera más exacta posible e incluyendo las declaraciones o testimonios del mayor número de actores involucrados en la situación. Desde este punto de vista podría decirse, sin lugar a dudas, que los medios reflejan una realidad. Eso lo vimos, por ejemplo, con la terrible violencia en el Estadio la Corregidora, o en la inauguración del nuevo aeropuerto Felipe Ángeles.
No obstante, en este proceso de observar y narrar los hechos siempre hay un factor de subjetividad según el marco referencial y el contexto emocional, político y social en que se encuentre el reportero que hará la descripción del hecho; siempre hay una mirada particular sobre los acontecimientos. Además, influye el perfil ideológico, las políticas editoriales y los criterios, intereses y compromisos de los dueños de cada medio de comunicación, a partir de los cuales se realiza una cobertura o se hace la edición de la información.
Desde esta perspectiva podría decirse que hay una construcción de la realidad, conocida como “Realidad Mediática”. Martín Alfredo Becerra (Santa Fe, 1968), investigador, profesor universitario y periodista argentino coautor del libro “Los dueños de la Palabra” (Edit. Prometeo, 2009) considera que los medios reflejan versiones de la realidad; recortan porciones de la realidad y las re-presentan ante su audiencia: “El enfoque de la realidad jamás es imparcial; en la selección de las fuentes y de los testimonios hay tendencia. No hay objetividad absoluta posible porque, por ejemplo, lo que es relevante para un diario y es noticia de portada, no lo es de igual manera para otro.”
En diversas ocasiones me han preguntado por qué mi insistencia en decir que las crisis de comunicación se tienen que atender con prontitud. La respuesta es simple: mientras más tiempo se tome para atender la crisis y comunicar los hechos, los medios de comunicación irán construyendo una “realidad” basada en la percepción del reportero y en la opinión de terceros relacionados o no con la situación de crisis. Entre lo que sucede y la percepción hay una delgada línea en la que la “realidad mediática” va creciendo ante un vacío de información; consecuencia de ello es que frecuentemente se culpe a los medios de comunicación de distorsionar los hechos, no informar correctamente, falsear y ser causantes de las situaciones más conflictivas.
La realidad es que, a mayor tiempo, se abre más la brecha entre la realidad y la percepción pública generada por la realidad mediática; pero por otro lado, la realidad mediática puede ser verdadera. En ambos casos se revela la incapacidad de los actores más relevantes de la situación, tanto para controlar los acontecimientos que están generando esa realidad, como para llenar de inmediato el vacío de información que aparta la percepción pública de lo que realmente está sucediendo.
Pensemos, por ejemplo, en la inauguración del nuevo aeropuerto metropolitano. Existe al menos dos realidades mediáticas verdadera: las vías de acceso a la terminal aérea son complicadas y no están debidamente señalizadas; varios pasajeros perdieron su vuelo por ese motivo; el tiempo de traslado varía entre 1:30 y más de dos horas, dependiendo del punto de partida. Los actores relevantes del caso (los constructores y los administradores del aeropuerto) no dan ninguna explicación.
La otra realidad mediática verdadera: no hay restaurantes y una señora aprovecha para instalar un exitoso puesto de fritangas en uno de los pasillos, se documenta con fotos y videos y la respuesta oficial es: “Qué poco conocen México, las culturas de nuestro país, ya quisieran comerse una tlayuda. ¿Qué quieren? ¿Hamburguesas? Pero es mucho el racismo clasismo y coraje de nuestros adversarios“; nada que ver con reconocer la realidad y lo que se está haciendo para modificarla positivamente. El discurso se desvía hacia un debate insulso (no eran tlayudas, el propio gobierno le dio acceso, debería haber más locales de estos alimentos) y no hacia la realidad mediática y lo que se está haciendo para remediarla positivamente.
Por eso, cuando surge una crisis, hay que aceptar la realidad y evitar que la realidad mediática genere una percepción negativa de los acontecimientos.